lunes, 1 de diciembre de 2008

Ayer y Hoy: anécdota de un primerizo

por Pepe Rosado

Lo conocí ayer en el get de un pana del periódico. Nos dijimos todo con la pupila dilatada. Supe que no le gustaba, lo novato se choteaba. Me ignoró. No me importó, y fui donde él.

Su nombre es difícil de recordar, ni intenté memorizarlo. Y su cara, esa cara que me dejó malo, no me la podía sacar del sistema reproductor. Quería que me tocara, que nos tocáramos, que fuéramos a aquel Viejo Motel o que me desvistiera en la sala frente a todos los borrachos.

Cuando me le acerqué, parco, apenas me dirigió la palabra. Ni asentía. Creo que le repugnaba mi aspecto jendío. Molesto, cachondo e impulsivo, le agarré las dos carnosas entre los muslos. Por la contracción, entendí que disfrutó.

Nos fuimos a su apartamento. Un sitio modesto pero simpático. Lo hicimos frente a la foto del prom de su hermanita-le daba morbo, a mí también. Luego en el baño, donde con el palo de la esponja de luffa ecológica y otras ayudas, me penetró cuatro o más veces. Sangré.

Hoy,
con la barba a medio crecer, desatiende que lo observo. Reposa a mi lado con las nalgas frescas y pintadas por el destello del sol mañanero que se cuela por la Ventana Miami.

No sé bien dónde estoy, tampoco sé cómo llegaré a darle comida a mi gata, Nina. Tal vez estoy desempleado. Me duele todo mi cuerpo. Pero fui feliz. Tanto como para pensar que sólo se trata de la primera vez.

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