por José Saramago
Barack Hussein Obama firma con su mano izquierda su primera acta como presidente de los Estados Unidos
¿De dónde ha salido este hombre? No pido que me digan dónde nació, quiénes fueron sus padres, qué estudios hizo, qué proyecto de vida diseñó para él y para su familia. Todo esto lo sabemos más o menos, ahí está su autobiografía, libro serio y sincero, además de inteligentemente escrito. Cuando pregunto de dónde salió Barack Obama estoy manifestando mi perplejidad porque este tiempo en que vivimos, cínico, desesperanzado, sombrío, terrible en mil de sus aspectos, haya generado una persona (es un hombre, podía ser una mujer) que levanta la voz para hablar de valores, de responsabilidad personal y colectiva, de respeto por el trabajo, también por la memoria de aquellos que nos antecedieron en la vida. Estos conceptos que alguna vez fueron la argamasa de la mejor convivencia humana han sufrido durante mucho tiempo el desprecio de los poderosos, esos mismos que, a partir de hoy (podemos darlo por seguro), vestirán a todo correr el nuevo modelo y clamarán en todos los tonos: “Yo también, yo también.” Barack Obama, en su discurso, nos ha dado razones (las razones) para que no nos dejemos engañar. El mundo puede ser mejor que esto que parece una condena. En el fondo, lo que Obama nos ha dicho es que otro mundo es posible. Muchos ya lo veníamos diciendo desde hace tiempo. Tal vez la ocasión sea buena para que intentemos ponernos de acuerdo sobre el modo y la manera. Para comenzar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario