lunes, 26 de enero de 2009
Perros
Mientras empiezo-compulsivamente- a escribir, Lula, mi perra, vomita y Fido, otro de eso mismo que es Lula, la observa con ganas de lamber el canto de huevo triturado y baboso que salió por la boca de aquella pelúa. Parece que será un día de esos de limpiaera de meaos y mierda por toda la casa. Vivir con tres perros sólo a Carla Capalli le parece interesante o, tal vez, cool.
Te levantas todas las mañanas pensando que, en lugar de dirigirte al lavamanos a quitarte la peste a boca, tendrás que agarrar un mapo dentro de una palangana con Clorox para absorber el amarillo ácido en la loseta. Esta es una de las actividades que a cualquiera se la recomiendo. Uno comienza a perder el olfato y ya el orín sólo molesta porque lo pisas descalzo, y no porque hiede. Se crea una tolerancia digna de soportar la peor de las catástrofes mundiales.
Pero sólo he mencionado a Lula y a Fido, falta Nana, la otra sicaria que conforma la jauría. Esta última tiene problemas en su sistema nervioso central, aparte de un agudo síndrome de infantilismo provocado porque sus primeros dueños nunca le tiraron un juguete, y sí la tiraron a una terraza de walk-up sin techo para que su diminuto cuerpo negrito se achicharrara. El típico maltrato que ejecuta el encaprichado-deprimido-con lo que se mueve en la vitrina del pet shop.
Estos cuadrúpedos tienen un peluchito del Topo Gigio, que sólo tiene lo de topo, porque ni brazos ni pies, casi ni cara. Los tres se han encargado de descuartizarlo. Así mismo con colchas, zapatos, matas y demás artículos que encuentren entretenidos para sus mandíbulas.
En mi familia impera el buen samaritanismo, generado por unas nocivas campañas publicitarias que le ablandan el corazón desde a Mr. Burns, Rosselló hasta Hitler. Lo cierto es que recogimos los tres seres que hoy mueven su rabo y ladran cada vez que abrimos la puerta.
Es bien rico que, en mi casa, la comida incluye un ingrediente que dejará de ser secreto para los amigos que piensan que se come bueno donde vivo. ¿Por qué?, se preguntarán, es que nuestros canes, Fido y Nana en especial, sueltan unos pequeños pelos que vuelan, y, no sé por qué razón, se posan en nuestros manjares día, noche y "monchis".
¡Qué la Sociedad Protectora de Animales venga!, para que vea lo que es una familia comprometida con la mierda y meao de la fauna puertorriqueña. Estos gestos que emulan el legado y espíritu de Sor Isolina Ferré, sí, deberían ser homenajeados en la Legislatura, y no los arreglos florales de pelagatos como Julito Labatud, que en paz y con muchas rosas descanse.
Abajo, Lula se hace la pendeja para que la carguen.
PD. A pesar de toda la costra que acumulan y obviando que Lula me caga la cama cada vez que la dejo sola, hay que quererlos. ¡Qué carajo!, no los puedo tirar por un puente.
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2 comentarios:
ESOS SON TUS "LOCOS BAJITOS". Imagino que los que comen en tu casa se tardan más de lo común...porque entre los estornudos y el sacarse la lengua para quitarse los pelos...
espero estes bien,
Te leo.
Mi papá dice que para comer en casa no se sabe si un tenedor o un cepillo o de aderezo spray VO5 o aceite y vinagre.
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