viernes, 8 de mayo de 2009

Ay, bendito


No nos indignamos. Somos así, silenciosos, quietos. Jamás me atrevería a decir que pacíficos, porque eso sí que no. Nunca.

No más hay que darle una ojeada a la prensa por estos días. La que, luego de invitarnos a comprar una casa de más de 200 mil dólares, nos refresca la memoria sobre lo mal que estamos como pueblo. Las instituciones, todas, no funcionan.

Destaquemos la Policía. Ese cuerpo que dirige José Figueroa Sancha.

Ayer, un agente de la uniformada ultimó a balazos a un muchacho
sin necesidad alguna, simplemente abusando de su poder, demostrando la incapacidad de la dependencia para dotar a sus servidores de destrezas de sosiego y raciocinio para atender situaciones conflictivas. Nadie ha protestado, nadie ha dicho nada. Igual que pasó cuando Otro agente mató a Otro ciudadano en Humacao (¿se acuerdan?, Miguel Cáceres), y así Otros ejemplos de bestialismo y atropello.

Con nuestras actitudes de indiferencia, hacemos que estos criminales sean impunes. Le faltan el respeto a su labor de asistencia social. Y pagan justos por pecadores, estas acciones manchan la placa. Como si la delincuencia los seduciera a todos por igual.

Cada vez son más los policías que intervienen con civiles para despojarle alguna porción de droga para revenderla, cada vez son más los agentes que conviven con el narcotráfico, el que le paga los sueldos a muchos, pregúntenle a Héctor Martínez o a Lorna Soto. Estos senadores por el distrito ocho de Carolina han tenido vinculaciones con "bichotes", como José L. López Rosario, alias Coquito.

Esta hipocrecía es asfixiante. Hablemos claro. A nadie le conviene que el crimen merme, cuánta gente dejará de guisar.







En Puerto Rico, nos han adoctrinado para permanecer en mute. Mientras tanto, nos arrebatan de las manos la educación, la seguridad, la tierra, la cultura, la paz, el País. ¡Ay, bendito!

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