lunes, 31 de agosto de 2009

La primera tos

Y suena el timbre, rin-rin (y no es el Gran Combo)

-Rubén Blades, Decisiones





Suena el teléfono. Lo cojo. “Nena, que es la que”-digo con mi acostumbrada informalidad y haciendo alarde de mi jovialidad.


Pero se oye mal, como si mi emisora tuviera algo gordo y obstaculizante en su boca. Tengo que hacer el típico chiste mongo y de doble sentido que el cliché procura.


Es mi mejor amiga, su voz se percibe afligida, cortada. “Que, qué; que, qué”- gagueo porque no oigo.


Parece que está en el hospital. Y yo, que respiro buen humor, me la vacilo un poco...


Poco a poco, cuestiono qué carajos hace en ese antro de infección y mocos; de esperas y asesinos disfrazados de enfermeras.


“¿Que adivine?”- me extraño. “A tomates no huele”-refranea la acongojada.


No me es tan difícil conocer la respuesta para ese acertijo. “Tienes gripe porcina”-fácilmente le respondo. Y ella con un “sí” desanimado y doloroso en el cuerpo, pisa mi contestación.


A este punto, mi buen humor baja revoluciones.


La terrible realidad es que acabo de pasar un wikén de compañerismo y confraternización amistosa con esta chica. Fueron los también típicos momentos donde las amigas beben juntas, se pintan las uñas, ven películas, hablan de los jevos que están y que estuvieron en algún momento de su vida buenos, escuchamos a Silvio, Café Tacuba y hasta tripeamos con un poquito de guaguancó. Es el usual "female bonding" que caracteriza a las mujeres, el que casi obliga por "default" a acompañarnos al baño.


Por aquel derroche de felicidad y hermandad, ando ahora cual leprosa, distanciada para no contaminar. Estoy aislada, soy un posible foco infeccioso por al menos cinco días, en lo que me doy cuenta si el virus lo incubo. Cabe la posibilidad de que mis anticuerpos sean lo suficiente "cangris" para contrarrestar la dolama.


Lo que sí que no podré evitar estar varios días ausente del tumulto urbano de la civilización descivilizada. Esto porque pretendo ser una "ciudadana responsable" que protege a sus pares. Buena samaritana, eso dicen.


Me la pasaré cautiva entre mis libros, mis películas, un televisor con mierda y una computadora que me esclaviza. Nada mal para los que tienen por norma el mantengo y las vacaciones a destiempo.


Entretanto, mis horas correrán a la espera de que el virus invada mi cuerpo. Que me haga suya, que me tome, me vulnere y baile conmigo cha cha chá. Que me lleve a sentir mal, con pesadez y pereza muscular. Cuán nocivo puede ser aproximarse o tener alguna certeza del destino, de lo venidero.


Sólo podré aguardar, aquí sentada, el choque de manos contagioso entre la porcina y yo. Ya ni el “hand sanitizer”, ni esta mascarita fatula que tengo, puesta porque a mi familia le atacó el hipocondriaquismo, me salvan de lo que es casi inminente. Por su sencilla propagación es que es una epidemia. No me gusta pensar así, pero hay cuestiones que se nos escapan del control, y el optimismo no es suficiente. Mas vamos a ver si llega la primera tos.


Pd. Amigas en las buenas y en las menos buenas...


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