domingo, 23 de agosto de 2009

Ser joven no es un crimen

Foto por José Cheito Coss

Por Noelia González Casiano

A décadas de las manifestaciones violentas ocurridas en la UPR durante los años 70, algunas cosas han cambiado. Los actuales “servidores del pueblo” gobiernan en la era del vídeo y la inmediatez. Estos artefactos de la era digital son herramientas de trabajo para muchos, como es mi caso.

Por lo que nuestras “camaritas digitales” y nuestros celulares operan como medios fáciles de desplazar que, afortunadamente, captan a veces las sonrisas de los amigos y en otras, inmortalizan el abuso y la injusticia.

Entre el desconcierto de una noche colmada de confusión, me pregunto, ¿los efectivos de la Uniformada desplegados en la avenida Universidad la madrugada del 21 de agosto, no esperaban que grabáramos, que intentáramos reflejar su atropello? ¿Nosotros, los residentes de la era digital y de la Web 2.0?

Los que respiramos el humo del gas y absorbimos la violencia, fuimos periodistas ciudadanos expresando nuestro derecho a expresarnos libremente. Fue la libertad de información y expresión contra la represión desmedida.

De mi cámara no haber sido hurtada por una de las pocas guardias féminas que se encontraban en el lugar, mis vídeos se hubieran unido a la decena que corren por Internet. Pero son decenas los vídeos que sobrevivieron, donde podemos presenciar a la avenida Universidad repleta de hombres uniformados y gases lacrimógenos volando por toda la calle, que llegaron a Torre Norte, una residencia universitaria a cuadras del suceso. Se muestra un instante en que un guardia arrojó a un estudiante que estaba sentado en una silla viendo la confusa escena que tenía frente a él. Los jóvenes en las afueras de los negocios que fueron apiñados hacia dentro de los establecimientos por la Policía. Los estudiantes que no habían entrado aún, sufrieron empujones de los encolerizados oficiales. Estos entes de la vigilancia pusieron a los desarmados “jangueadores” contra las puertas de los negocios insistiéndoles que entraran, mientras los jóvenes les insistían que no podían porque las puertas de los negocios habían sido cerradas por los dueños. Si hoy tuviera mi “memory card”, hubiese revelado otras macanas en mano y más gritos de "muévete cabrón", provenientes, ya no sólo de estudiantes desconcertados ante tanto desenfreno, sino “malas palabras” de los propios vigilantes de la ley y el orden hacia nosotros, los universitarios.

Algunas cámaras muestran un golpe sólido dirigido a su enfoque sin lograr romperlas o que dejen de grabar. Mi resistente cámara sobrevivió la primera agresión. Eso fue cuando cuatro oficiales me rodearon y amenazaron porque yo estaba grabando. Mi cámara voló por los aires cuando uno de ellos me la arrebató de las manos y la tiró a unos pies de donde estábamos. Apenas pude recogerla y entrar a uno de los negocios mientras el humo de los gases se apoderaba del aire.

Entonces, cuando los oficiales se retiraban, un grupo de guardias se me enfrentó por segunda vez. En esta ocasión uno de los uniformados me dio un golpe en la mano que sujetanba la cámara y ésta volvió a caer al piso debajo de un carro. No me dejaron recogerla y amenazaron con arrestarme si no me alejaba pronto. La oficial Velázquez me imploró que me fuera y que volviera luego por la cámara. Dicen testigos que al yo darme la vuelta para irme, esa misma oficial recogió mi cámara y se la echó en el bolsillo.

Fue sorprendente ver a los que responden por nuestra seguridad mancillando su promesa y faltándonos el respeto. Estaban excesivamente armados, listos para acometer contra un enemigo invisible que nadie comprendía. Este suceso nos ha tocado fuertemente a nosotros los jóvenes y a muchos otros sectores del pueblo, quienes protestamos el mismo día y señalamos que la indignación se mantendrá hasta que vivamos con justicia y decencia.

Estos lamentables sucesos tienen que hacernos repensar el momento en que vivimos. Debemos aspirar a una sociedad más justa, donde prevalezca el diálogo. La represión y el abuso se tienen que condenar. Los ciudadanos tenemos que confiar en nuestras dependencias gubernamentales. Y denunciar la violación a nuestros derechos civiles. ¡Ser joven no es un crimen!

No hay comentarios: