A eso de las siete de la noche de un día futuro, José “El Cano” Pérez matará a su esposa Francheska Marie Torres de un golpe mortal en la cabeza. Luego se suicidará en el baño con pastillas.
Dejarán cuatro hijos menores de doce años huérfanos, que serán enviados a un hogar sustituto en Guaynabo. Allí crecerán. Dos de los niños a la edad de 15, venderán drogas: marihuana, perco, perico. Uno será líder comunitario y religioso de la zona. Y la única niña del cuarteto quedará embarazada a los 16. Ella a duras penas terminará la escuela superior.
A eso de las siete de la noche, también, de ese mismo día futuro, 54 personas, monjas, veteranos de Vietnam, estudiantes, madres y un transeúnte que curioseaba, serán arrestados frente al portón de la avenida Barbosa en la Universidad de Puerto Rico.
En un acto de desobediencia civil nocturno, estas personas recibirán empujones, macanazos. Alguno será rociado con gas pimienta. En las perreras, los arrestados escucharán palabras de los policías: “no vale la pena su lucha”. La mayoría de los manifestantes, como si no escucharan, próximamente cantarán “lucha sí, entrega no”. Los cargos de los 54 se caerán. Habrá contradicciones en las versiones oficiales.
Finalmente, a eso de las siete de la noche de ese mismo día futuro, el Gobernador estará sentado en su comedor. Beberá vino y charlará con Lucé y sus trillizos. Reirán. Hablarán a ratos en inglés. La nena del trío contará que tiene un novio gringo. El que le será infiel, pero se casarán más tarde en el futuro. Los nenes enviarán un mensaje de texto. Tendrán sexo esa misma noche. Lucé recibirá una llamada del banco para el cierre “flash” de una propiedad comercial en Guaynabo.
Fortuño, el padre, sosegado, le pedirá a su asistente personal que tranque la puerta del salón, con fuerza, que no quiere que los ruidos (del país) le dañen el compartir familiar.
Una versión de esta breve columna fue publicada en la sección Buscapié de El Nuevo Día.
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