jueves, 24 de septiembre de 2009

Lares quiso volver a gritar

El camino hacia la Plaza de la Revolución de momento me costaba trabajo.

Tal vez la falta de forma, tal vez las cuatro donas azucaradas que me devoré en una cafetería -muy pintoresca- hacían mi anatomía más pesada.

No sé, lo cierto es que las gotas de sudor mojaban mi camisa que, como quien no quiere la cosa, tenía un prendedor de una bandera, de esas de Puerto Rico. Era el Grito de Lares, y como no podía gritar, porque el decoro laboral me lo impedía, decidí colgarme en el pecho el orgullo que siento.

Y como yo, muchos más exhibían sin ningún disimulo el simbolismo. Albizu, Betances, Filiberto, Concepción de Gracia, El Ché, Marx…todos esos rostros se asomaban entre la multitud. La propaganda y el culto a estas figuras- en cuanta camiseta- allí se validaba.

Por su parte, la grasa, que tan sabrosa cae en verbena y situación sandunguera, se cocinaba. Tanto bacalaitos como alcapurrias aguardaban el diente que los alcanzaría, en un día para celebrar el esfuerzo revolucionario de los que se enfrentaron al régimen español el 23 de septiembre de 1868.

Bajo carpas de lona, se vendían las típicas artesanías taínas. Aunque pocos compraban, esa fue la crítica que recogí entre los talladores y otros artistas. “Es que la gente está pelá”, me dijo un masajista mientras le sobaba la espalda tensa a una muchacha con chancletas de cuero y olor a “nag champa”.

El discurso político, obvio, no se puede desprender de la conmemoración de nuestro amague de independencia. Hubo muchas palabras domingueras que motivaron pocos aplausos. Aunque la alusión a Lolita Lebrón fue solidariamente reconocida. Se desbordaban los buenos deseos para la valiente ex presa política que padece de una complicación cardiorrespiratoria desde la semana pasada. “Ella está aquí, su corazón está en Lares”, dijo Rosa Meneses Albizu, presidenta del Partido Nacionalista de Puerto Rico.

La solidaridad también se sintió durante el mensaje de José Luis Baquedano Hernández, Secretario General de la Federación Independiente de Trabajadores de Honduras, quien exhortó a los puertorriqueños a que repudien el abuso que actualmente ejecuta sobre su pueblo el Gobierno golpista de Roberto Micheletti.

Por aquella tribuna muchos babearon el micrófono llamando a la unidad de los sectores que buscan la soberanía para el País. “El movimiento independentista está en su mejor momento”, sostuvo Juan Dalmau, Secretario General del PIP. Mas su enérgica intervención logró un comedido -y quizás tímido- asentimiento de la masa presente, que iba poco a poco abriendo su paraguas.

La lluvia entró en escena. Y los que no querían ser avasallados por el aguacero, usual de ese pueblo de helados de arroz y habichuelas, reunieron sus motetes para irse. Una señora con pocos pelos en la lengua se le zafó: “así se hace la revolución, cae el agua y todos se van”. Tuve que detenerme a pensar en su despepite. Pero ya yo tendría-también- que irme.

Recogí mi cámara y ya no retraté más. Observé desde lo alto de la escalinata de la Iglesia San José- por última vez- a los que revestidos de su deseo de hacer patria permanecerían pese a las gotas gordas.

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