lunes, 17 de febrero de 2014

Árboles

El humo de la fábrica en llamas en Savannah, GA

Pienso en mi abuela, que me dice que prefiere los árboles ante cualquier humano. Dice que son más necesarios. También pienso en lo que me dice la psicóloga. Que no olvide la bondad y el amor en la humanidad.

Trato de seguir el consejo de esta última. Busco escribir sobre el olor  de las flores. Lamentablemente, no huelo nada. Estoy tapada. Tengo alergia.

Voy al parque para mirar al cielo azul, y ver si veo u oigo algún pájaro que cante bonito. Me abrigo. Hace frío.

Cuando me dispongo, con la mejor voluntad, a apreciar las nubes en movimiento, un humo negro me oscurece el firmamento. Arde un fuego voraz en una fábrica de gomas en la ciudad sureña y gringa donde vivo.  Las alarmas y las sirenas de bomberos opacan  cualquier sonido adicional. Es imposible oír los pájaros.

Huyo de la escena para no respirar la contaminación.

Procrastino, una actividad muy popular entre los humanos, y visito distintos periódicos del mundo. Debería buscar otro pasatiempo. También me dice la psicóloga.

Matan a periodistas en Brasil. Gente de Wall Street hacen público lo que muchos ya han dicho, nuestra economía, la de la colonia, es débil y muy posiblemente no puede absorber más presión. Inundaciones destruyen comunidades pobres en Bolivia. Miles de personas son sacados de sus tierras para construir estadios de fútbol en copas mundiales. La homosexualidad es prácticamente un delito en Rusia. Gente protesta. Su gusto por la heroína mata a Phillip Seymour Hoffman. Para terminar película multimillonaria, lo replican con un modelo hecho en computadora. La pulmonía se lleva a Luis Raúl. Nadie lo replica en película.

Enfoco hacia fuera. El humo negro sigue ahí.

Tengo que prender el calentador para mitigar este frío de lluvia helada que congela el estado de Georgia.  De camino a ello, observo mi casa de puertorriqueña en el extranjero, con su bandera y postal de flamboyán en la pared. Pienso.

Qué pena que cortaron los árboles de aquella área verde al final de la Piñero hacia el puente Teodoro Moscoso. Hacen falta esos flamboyanes. Quizá mi abuela tenga razón.

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