El humo de la fábrica en llamas en Savannah, GA
Trato
de seguir el consejo de esta última. Busco escribir sobre el olor de las flores. Lamentablemente, no huelo nada.
Estoy tapada. Tengo alergia.
Voy al
parque para mirar al cielo azul, y ver si veo u oigo algún pájaro que cante
bonito. Me abrigo. Hace frío.
Cuando
me dispongo, con la mejor voluntad, a apreciar las nubes en movimiento, un humo
negro me oscurece el firmamento. Arde un fuego voraz en una fábrica de gomas en
la ciudad sureña y gringa donde vivo. Las alarmas y las sirenas de bomberos opacan cualquier sonido adicional. Es imposible oír
los pájaros.
Huyo de
la escena para no respirar la contaminación.
Procrastino,
una actividad muy popular entre los humanos, y visito distintos periódicos del
mundo. Debería buscar otro pasatiempo. También me dice la psicóloga.
Matan a
periodistas en Brasil. Gente de Wall Street hacen público lo que muchos ya han
dicho, nuestra economía, la de la colonia, es débil y muy posiblemente no puede
absorber más presión. Inundaciones destruyen comunidades pobres en Bolivia.
Miles de personas son sacados de sus tierras para construir estadios de fútbol
en copas mundiales. La homosexualidad es prácticamente un delito en Rusia.
Gente protesta. Su gusto por la heroína mata a Phillip Seymour Hoffman. Para
terminar película multimillonaria, lo replican con un modelo hecho en
computadora. La pulmonía se lleva a Luis Raúl. Nadie lo replica en película.
Enfoco
hacia fuera. El humo negro sigue ahí.
Tengo
que prender el calentador para mitigar este frío de lluvia helada que congela
el estado de Georgia. De camino a ello, observo
mi casa de puertorriqueña en el extranjero, con su bandera y postal de
flamboyán en la pared. Pienso.
Qué
pena que cortaron los árboles de aquella área verde al final de la Piñero hacia
el puente Teodoro Moscoso. Hacen falta esos flamboyanes. Quizá mi abuela tenga
razón.
No hay comentarios:
Publicar un comentario