Los estrategas en economía concluyeron que mientras más pequeña en la mente se conciba, mientras más insignificante, menos se defiende el vulgo, menos protesta por justicia. La lógica es buscar el engaño de los civiles para priorizar el atractivo comercial, su competitividad con otros mercados.
Esta es una zona muy ventajosa para el inversionista con hambre de vigas y sed de cemento. Uno de los criterios fundamentales para que el extranjero desembolse, es el pregón que vocifera: “los habitantes sólo tienen una identidad que reverdece al son de la alabanza, o con el béisbol, o tras el llanto de Miss Universo, o cuando el que asesta puños millonarios aterriza en su suelo. En esas -esporádicas- instancias roza la movilización. No se preocupen porque gobierna la docilidad”. Así lee el comunicado de prensa enviado a los negociantes por parte de un banco muy popular en confabulación con el sector importador de grúas mecánicas.
En ese lugar de aparente estrechez económica, política y social, hay un grupo de personas que miden no más de 4’11’’. Puede ser que hablen alto y les guste jugar a hacer leyes. Pero sobre todo, leen mucho. Son conocidos como los enanos intelectuales.
Para amarrar el control y hacerse eco de las limitaciones, a este corrillo de alegados seres cultos se les ha recortado su presupuesto o, como la nueva lengua oficial designa, “budget”. Mientras tanto, las instituciones gestoras y protectoras del patrimonio nacional tendrán que funcionar, quizás, con menos del 70 por ciento de su operación. La música se quedará sin melodía, la pintura sin canvas, la literatura sin libros y el teatro sin actores.
Cada vez son más los interesados en esta isla sin encanto.
me lo publicaron en El Nuevo Día en la sección Buscapié.
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